Durante los días 6, 20 y 27 de febrero, hemos tenido
la oportunidad de disfrutar del II curso de iniciación al Kendo, que imparte el
club Kenseikai en la Universidad de Navarra.
Durante estas clases, hemos aprendido a colocar los
pies para movernos de forma fluida, intentando adoptar posiciones que nos
permitieran atacar y defendernos. Aunque todas las técnicas se ejecutan a una
velocidad de vértigo, el kendo tiene unas formas elegantes y unos movimientos
precisos y delicados. Que esto no os lleve a engaño, el kendo exige mucho
esfuerzo físico, y la mayor parte de nosotros acabamos las clases con la lengua
fuera.
Nos han enseñado a manejar el shinai o espada de bambú, apuntando a aquellas zonas del cuerpo que
se consideran “puntuables”, es decir: a la cabeza (men), a la muñeca (koté),
a la cintura (do) y al cuello (tsuki). El principal elemento en la
práctica del kendo a priori puede parecer la espada, pero al observar a los compañeros
más experimentados, la espada parece una prolongación de sus manos, y los
movimientos parecen provenir de todo su cuerpo, casi como si danzaran.
Tan sólo ver cómo se colocan la armadura es
impresionante. Implica toda una serie de pasos, que se ejecutan casi como un
ritual que nos permite atisbar cómo podría ser la preparación para la batalla
de los antiguos guerreros samurais del Japón feudal.
Hemos aprendido incluso a contar en japonés y los
compañeros han sido sumamente agradables, siempre dispuestos a enseñarnos
detalles, a contarnos la historia que se esconde detrás de cada movimiento, y a
hacer que las dos horas de cursillo pasen volando.
En todo momento se aprecia la cultura subyacente, en
la que se demuestra el concepto del honor, el compañerismo, el respeto y el
esfuerzo personal que hay detrás de cada entrenamiento.
En definitiva, toda una experiencia sumamente
enriquecedora, que sin lugar a duda recomiendo a todos aquellos que busquen no
solamente una actividad física potente, sino también una forma de
desestresarse, aprender de una cultura interesantísima, y por qué no, conocer
gente fantástica.
Sin duda el Kendo es una experiencia para repetir.
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